Soy Fabián y tengo 22 años. Aunque ahora ya hablo del condón
como si fuera un experto, tengo que admitir que no siempre he sabido. Tenía 18
años cuando acordé con Estefanía que tendríamos relaciones sexuales.
Le había estado insistiendo por varias semanas y hubo varias
veces que estuvimos apuntitito, pero al final siempre pasaba algo, si no eran
sus papás que llegaban, era ella que decía que no se animaba. Hasta que un
sábado me mandó un mensaje como al medio día, me puso que iba a estar sola en su
casa y que podríamos intentarlo. En ese
momento me entró el estrés y no supe cómo reaccionar. Lo primero que sentí fue
mucho calor, hasta me agité, creí que tenía fiebre… después me relajé un poco.
Le hablé a Poncho, mi mejor amigo. Según, él era el experto,
me dio varios tips para “ponerla cachonda” según él. Pero le pregunté qué hacer
para no tener hijos, entonces me dijo que no pasaba nada, que eso solo pasaba
cuando eras adulto, pero que de joven no ocurría nunca. La verdad no le creí
nada. Me metí a bañar, me perfumé todo y me puse mi ropa más nueva, entonces
recibí otro mensaje a mi celular, cuando vi que era de Estefanía me dio miedo
contestar, el sólo pensar que se había rajado me estaba frustrando mucho. Por
fin lo leí, y sólo escribió “Trae
condones”.
Repetí muchas veces en voz alta… trae condones, trae
condones, trae condones… En la escuela habíamos visto qué eran los condones
muchas veces, una maestra una vez llevó un condón para que alguien de la clase se
lo pusiera a un plátano, pero la verdad nos la pasamos riendo y nunca puse
tanta atención. En otra ocasión, en un concierto vi cómo alguien infló uno y lo
aventó para que los demás lo arrojaran al aire, estuvo divertido, pero tampoco
vi muy bien cómo eran antes de que lo inflara.
Me armé de valor y entré a una farmacia, estaba esperando a
que saliera toda la gente para pedir unos condones, pero la gente no se iba.
Por fin se quedó solo el lugar, y la señorita que atendía me pidió esperar,
cuando por fin me atendió detrás de mí había llegado una señora con muchos
niños, así que con la voz más baja que pude, susurré: unos condones. La señorita
se desesperó, y levantó la voz: ¿Qué qué?
-Unos condones (Aun susurrando).-
-¡Aaaahhh! Condones… ¡Este niño quiere condones!
Todos en la farmacia empezaron a reír, incluso los niños que
iban con la señora. Me llevaron al área de condones, conté 32 envolturas
diferentes. Intenté hacerme el que ya sabía y le contesté que quería los
amarillos con olor a chicle y sabor a mango. ¿Mango? Sí, están bien los de
mango. Después me entró la duda sobre si los condones eran para ponerse en el
pene o para comerse.
CONTINUARÁ…